jueves, 22 de diciembre de 2011

El gobierno del PP: para los que no les gustan las sorpresas.



Podríamos mantener las formas o un extraño “espíritu deportivo” que mencionaba Soraya Sáenz de Santamaría en su toma de posesión. Podríamos adoptar la pose del juego democrático y darle al nuevo gobierno sus cien días de tregua. Pero sería vivir una ficción en la que nadie ya cree.

Habrá quien diga que el gobierno de Rajoy es de los menos malos de los que podríamos aspirar; que el PP tiene en su seno sectores mucho peores, mucho más ultras; que el perfil de los ministros es moderado y alejado del bunker del TDT Party. Pero caeríamos en dar credibilidad a la farsa que explica la política española como un enfrentamiento entre malcarados y buenistas, entre unos discursos hoscos e insultantes y otros responsables dialogantes. Otra vez una mera cuestión de formas. 

Y no es así. Repasemos brevemente algunos ministros y sus ministerios para comprobar que el PP viene a gobernar sólo para los suyos, que no son, como erróneamente puedan pensar sus indocumentados votantes, aquellos que les han votado. El PP va a gobernar para su clase. Y no esperábamos otra cosa. Y ya nos avanza en la mera denominación del ministerio por donde van a ir los tiros, usando la Neolengua, aquella forma de expresarse que tiene el estado totalitario del Gran Hermano en 1984 de George Orwell y que por ejemplo, usa unas palabras para expresar el significado contrario. De aquella forma, el ministerio de propaganda y censura era el Ministerio de la Verdad. Y pocas obras han sido tan visionarias:

Ministerio de Economía y Competitividad. Luis de Guindos.
La primera en la frente. El PP ha elevado la “competitividad” a categoría ministerial. En cierta manera se agradece la sinceridad. En lenguaje empresarial, “mejorar la competitividad” significa abaratar costes laborales. Realmente implica otros aspectos, pero la patronal española nunca ha entendido de I+D ni de valor añadido, sólo de abaratar costes laborales, es decir, bajar salarios, bajar cotizaciones a la seguridad social, no pagar horas extras, etc, etc. La traducción al lenguaje común sería: Ministerio de explotación y plusvalía.
Mención aparte merece el ministro, Luis de Guindos. Consejero de Endesa, de la editora de El Mundo, del banco BMN y, ojo al dato, ex presidente de Lehman Brothers en España y Portugal. Para levantar la economía han puesto a un banquero ex asesor del banco que comenzó la crisis financiera. Aquí no han hecho falta tecnócratas impuestos desde fuera; los ponemos directamente.  El PP es un alumno aventajado de “los mercados”. Y que mejor que colocar de capitán económico al hundidor de barcos.

Ministerio de Defensa. Pedro Morenés.
El nuevo flamante ministro de la guerra es nada menos que empresario del sector armamentístico. Director de fábricas de armas, misiles, bombas de racimo… y las empresas de seguridad que protegen a los atuneros españoles en el índico. No hay mucho más que decir. Ponemos al frente de “Defensa” a un señor de la guerra que se lucra con los conflictos armados ¿podemos esperar que rehúya la intervención en las guerras que van a venir? Nunca antes fue tan adecuado aquello de “poner al zorro a cuidar de las gallinas”. Lo honesto sería recuperar el antiguo nombre de este ministerio: Ministerio de la Guerra.

Ministerio de Empleo y Seguridad Social
Escandalosa transformación nominal acorde a tan neoliberales tiempos. La patronal y los capitalistas huyen de la palabra “trabajo”. Algunas palabras son peligrosas y “trabajo” es la reina del peligro, por eso la derecha y los patronos siempre hablan de “empleo” en vez de “trabajo” –y los sindicatos de clase, abducidos por el discurso neoliberal, han acabado asumiéndola vergonzosamente- y no es casualidad, no es capricho. La RAE distingue claramente entre empleo y trabajo.

Empleo: ocupación, oficio.
Trabajo: ocupación retribuida.

¿Todas las ocupaciones son retribuidas? No, no lo son. Pero más allá de estas definiciones que podrían dar lugar a debate, está el significado implícito del trabajo como lo opuesto a la especulación, al que vive de rentas, al que no produce, al que se enriquece del trabajo ajeno. El trabajo es lo único que puede aportar el que nada tiene; el trabajo es el único poder que tienen los pobres, el único arma que pueden usar contra el explotador. El trabajo es la única fuente de riqueza real del mundo y sostiene las sociedades y por tanto, el trabajador es imprescindible. Pueden existir trabajadores sin patronos, pero no patronos sin trabajador. La clase trabajadora tiene el poder, sea consciente o no de ello, o aunque ni siquiera sea consciente de sí misma. Lo más importante: el trabajo define a las personas colectivamente. Por eso los capitalistas prefieren “empleo”; porque supone separar a la gente de su clase. El “empleo” ocupa a la gente en una mera forma de sobrevivir bajo este sistema, mientras que el trabajo puede ser una manera de construir una sociedad, una manera de construir distinta a la de los patronos y banqueros; una sociedad opuesta y antagónica a la sociedad de mercado, de especulación, choriceo y fraude en la que vivimos.
Lo que hemos vivido estos años ha sido un enfrentamiento entre la Europa del trabajo frente a la Europa de las finanzas, saliendo vencedora esta última. Y esta última no da trabajo, da “empleos”.
Nuestra propuesta sería Ministerio de Currillos (Con Suerte).

Ministerio de Hacienda y Admin. Públicas. Cristóbal Montoro.
Que decir de las intenciones de este hombre que no se sepa ya. Creo que se puede resumir en algo que dijo en su toma de posesión:
“No venimos a recortar, venimos  a reformar, y el estado necesita una profunda reforma”.
Gracias de nuevo, señores del PP, por su claridad. Vienen a recortar el estado. Los funcionarios no pueden seguir siendo esos trabajadores que escapan a la tiranía y la humillación de la empresa privada y que encima son un referente en derechos y libertades para todos los trabajadores y sus sindicatos. Hay que igualar a la baja y poder despedirlos, bajarles sueldos, quitarles vacaciones y otros derechos laborales.

Y como el estado, en una economía neoliberal, debe quedarse en su mínima expresión, no necesitamos dinero para mantenerlo, de modo que no perseguiremos el fraude fiscal y nuestros amigos ricos que no pagaban, aun pagarán menos. Porque como decía el dueño de Pocoyó: los ricos no deben pagar impuestos, así vendrán todos los ricos a vivir a España y crearan empleos: oteadores para cacerías, limpiadores de yates, camareros…

Es sólo una muestra de la nítida declaración de intenciones de este gobierno. Vienen a por todo. Vienen a participar del empeño del Gran Capital internacional para devolver a Europa a los años previos a 1883, fecha de la primera victoria obrera donde los trabajadores consiguieron conquistar  la seguridad social. 

Y hay que declararles la guerra desde hoy mismo.

Para información detallada del gobierno Rajoy, recomiendo el artículo de David Arrabalí:El nuevo gobierno español al servicio de banqueros, empresarios y políticos corruptos

viernes, 25 de noviembre de 2011

El decrecimiento ya está aquí

Mientras la clase política, al dictado de los poderes económicos, continua utilizando el lenguaje del crecimiento económico, cada vez hay más personas que nos preguntamos cómo se puede crecer ilimitadamente en un mundo finito. Al hacernos este planteamiento, llegamos de forma inmediata a una respuesta clara: No es posible continuar creciendo cuando los recursos del planeta se están agotando, cuando la huella geológica de algunos estados es 10 veces más grande que su población, o cuando los datos de distribución de la renta y del trabajo no pueden ser más histrionicamente desiguales.


Ayer, tuvimos la oportunidad de escuchar al profesor del Departamento de Análisis Económico de la Universidad de Zaragoza, Jorge Bielsa, dentro del programa “Jornadas por el Decrecimiento” que se están celebrando estos días y hasta el 22 de diciembre. La ponencia que nos ofreció, y cuyo título era “Crecimiento con desigualdad: restricciones sociales para el decrecimiento”, nos permitió conocer aspectos de este proceso de decrecimiento, el cual según el ponente “ya está aquí. Ahora vamos a ver cómo lo gestionamos”.


En la ponencia se analizó la desigualdad de las rentas, haciendo hincapié en algunos términos estadísticos que se suelen utilizar tanto en nuestra comunicación habitual como en los medios de comunicación y que contienen algunas trampas lingüísticas. Un ejemplo de ello es el uso de la media y la mediana para hablar del aumento de los salarios. La media se puede utilizar como muestra del crecimiento económico, pero por su definición estadística, no refleja el valor mediano de la distribución y, por tanto, no refleja los niveles de bienestar y renta de las familias.


Gráficamente, el profesor Jorge Bielsa, nos mostró como las rentas derivadas del crecimiento económico no han ido a parar a los “mileuristas” pero sí a manos de unos pocos privilegiados. Desde los años 70, se ha producido un crecimiento desigual en renta de forma paulatina y sostenida mientras la sociedad miraba para otro lado. En este periodo de tiempo las familias han ido aum
entando, de forma exponencial, su nivel de consumo mientras sus salarios se mantenían.

Si esto es así, entonces, ¿por qué ahora las familias viven mejor?


En primer lugar, en la actualidad trabajan más miembros de la familia. Es decir, la incorporación, por ejemplo, de las mujeres al mercado de trabajo ha supuesto que ya no trabaje una sola persona en una unidad familiar, sino que son dos o más. Desde los años 70 hasta hoy el porcentaje de mujeres que trabajan ha crecido de un 38 a un 76 por ciento.


Por otro lado, el ponente hizo referencia a John Maynard Keynes al explicar que el número de horas de trabajo ha aumentado para mantener un nivel de consumo “necesario” y con ingresos por hora constantes.


Finalmente, las familias han optado por pedir prestado. Es decir “como la renta actual no nos llega la traemos del futuro al presente”.


El análisis gráfico de la deuda privada muestra que tras el pico del año 29 se produce un mínimo tras la segunda guerra mundial, momento a partir del cual inicia un aumento que, a partir de los años 70, se torna desbocado. Hoy por hoy los “ricos” y “trabajadores de élite” suponen un 10% y son los acreedores del resto, como dice el profesor Bielsa de “los pigmeos de la historia” (haciendo referencia a un ejemplo que ha utilizado para explicar las trampas del lenguaje en la estadística) que somos los deudores de aquellos.

En conclusión esta crisis no es un accidente y menos un problema de “chapa y pintura” ya que hay fuerzas “geológicas”, es decir lentas pero muy fuertes, que llevan inexorablemente hacia el colapso económico. Para el profesor Jorge Bielsa, un proceso de decrecimiento se puede convertir en una bomba si no hay una fuente de redistribución y no cabe el reparto de renta sin reparto de trabajo. Esta transformación no la puede hacer el mercado por si solo sino que debe estar basado en nuevo pacto social o estamos abocados a volver al siglo XIX.

El pacto social surgido tras la crisis del 29 y que es el “Estado del Bienestar” se concibió para calmar a los ciudadanos ofreciéndoles algunos servicios públicos y una pequeña redistribución de la renta. Pero este pacto ya ha caducado y “el decrecimiento va a ser una necesidad”. No hablamos de una vuelta al “siglo XIX con ipods” sino de que estamos en peligro de retroceder a la estructura social del siglo XIX.

Al finalizar la ponencia, se abrió el turno de preguntas de los oyentes que fueron altamente participativos y surgieron muchas cuestiones relacionadas con el mercado financiero, con la “colectivización” de la deuda y hasta con la crisis energética. Se abordaron temas de actualidad y política nacional como el “contrato de los 426 euros” al que el profesor Jorge Bielsa denominó como “el novamás de la desregularización del mercado de trabajo”. En cuanto al crecimiento y las operaciones de préstamo, el ponente afirmó que “si la economía no crece, el préstamo deja de ser una operación financiera y se convierte en una estafa”.

Para mí resulto una ponencia muy interesante que, lejos del dramatismo de la actualidad, nos ofreció una visión natural y realista del punto de inflexión en el que nos encontramos. Mi impresión al respecto es tímidamente menos pesimista que antes de escuchar a Jorge Bielsa. Mi conclusión es que la ruptura con la evolución económica desigual e injusta que se ha producido de forma más evidente desde los años 70 ha de pasar por la concepción global de un nuevo pacto social y me gustaría pensar que aún está en nuestras manos forzarlo y forjarlo.


viernes, 18 de noviembre de 2011

De lo que tengo miedo es de tu miedo


“De lo que tengo miedo es de tu miedo.” William Shakespeare

Temo tu miedo porque te atenaza. Tal vez tu no eres consciente pero no te permite pensar con claridad. Y sin esa relajación mental, necesaria para tu reflexión, te dejas convencer por quien augura que la oscuridad nos acecha. Sería mejor para todos que observases y escuchases a tu entorno sin prejuicios y sin la carga emocional del miedo ajeno, sólo contemplando desde tu propia experiencia y desde tus propias sensaciones.

El miedo, para quién lo sabe manejar, es un instrumento que le permite generar en ti una alerta, sin que haya una causa objetiva y por el mero hecho de ejercer un control sobre lo que haces y piensas . Es un arma invisible y sutil que se puede utilizar tanto contra el enemigo declarado como contra el supuesto amigo.

El que teme es un esclavo”, escribió Séneca y sabía bien de lo que hablaba, al igual que lo saben aquellos que quieren poder y autoridad sobre ti. Aquellos que hablan de protegerte en la misma frase en la que han sembrado en ti la semilla del miedo.


La política del miedo es hoy una estrategia del poder sobre las personas y es utilizada para que sientas constantemente en tu nuca el frío aliento de la amenaza. A diario recibes estímulos con el fin de que recuerdes que debes estar con los ojos bien abiertos y, junto a aquellos estímulos, siempre la sonrisa amable y las manos tendidas de quién promete protegerte.

Hoy nos avisan, como hicieron ayer, “¡que viene la derecha!”. Pero, este, es un juego de palabras. La derecha no puede venir porque nunca se ha ido.

Nos han vendido un marco pequeñito para enmarcar un lienzo muy grande, que por ser más amplio que el marco sobresale de un lado; Y nos han dicho que en la parte derecha del cuadro está la derecha y en la parte contraria está la izquierda, pero se les ha olvidado decirnos la derecha de qué y la izquierda de qué. Es decir, se les ha olvidado contarnos que lo que nos enseñaban era la derecha y la izquierda del interior del marco.

El marco son los medios con que el poder cuenta para mostrarnos la parte del cuadro que le interesa que veamos. Ahora sólo necesita utilizar un lenguaje descriptivo de esa parte del cuadro para que fijemos en ella nuestra atención y no distingamos bien los conceptos. Así tú, que estás tensa por las imágenes que te muestra el cuadro, no prestas atención y no te percatas de que a la izquierda del marco, está la verdadera izquierda.

Los protagonistas de la escena de nuestro marco son los actores principales de esta gran mentira orquestada para que tu veas, sientas y pienses lo que ellos quieren que veas, sientas y pienses.

Nuestro cuadro se titula “Democracia Española”. Es un paisaje tenebroso con dos señores con cara amable pero gesto preocupado: Uno se llama Mariano Rajoy y otro se llama Alfredo Pérez Rubalcaba. Ambos dos se encuentran enfrentados en escena pero representan la misma dramatización. Mariano, viste de oscuro y, su situación, a la derecha del cuadro te permite saber a qué atenerte. Sin embargo, Alfredo, el que se sitúa a la izquierda de Mariano desde nuestra perspectiva, viste de gris marengo y éste es un tono de gris que no queda bien a casi nadie, pero a él sí. Le queda bien porque lleva muchos años vistiendo así y lo luce cómodo. Y en ese traje, es capaz de decir cualquier cosa para infundir temor. Te dice cosas como "Cuando se lucha contra el bipartidismo, se fractura la izquierda pero la derecha no, y pasamos del bipartidismo al monopartidismo", además se preocupa, o eso dice, porque “la derecha se alce con el poder absoluto”.

Esta es la estrategia de la que hablábamos. Trata de confundirte, de infundir temor en ti a sabiendas de que mientras el miedo a quién hay en la derecha te mantenga pendiente del cuadro, no volverás la vista a la izquierda y no podrás comprobar que el verdadero cuadro titulado “Democracia Española” fue pintado de muchos más colores y con muchos más protagonistas. De esta forma , no podrás ver que tu también estás representada en esa obra.

Pero ahora ya tienes las claves. No dejes que el miedo te esclavice. Elimina de tu mente el marco obtuso y pequeño por el que te han querido hacer mirar, busca tu lugar y siéntete libre. Sin el miedo tu pensamiento lo es.


sábado, 12 de noviembre de 2011

"Los políticos" y la Democracia 4.0


“Tres millones de dólares garantizan ganar la elección… y nosotros conseguiremos el dinero”
“La Apelación”
John Grisham

 "Los Políticos"

En los movimientos de protesta surgidos a partir del 15M hay un Gran Satán, un enemigo sobre el que descargar todo el odio: “los políticos”. Dentro ese concepto tan amplio hay visiones muy distintas sobre qué son los políticos y por qué odiamos a los políticos. Lo que tienen en común estas visiones es que la clase política en general aplica una serie de medidas que van en contra de los intereses y de los derechos de la mayoría de la población mientras ellos –“los políticos”- continúan en su posición de privilegio, ajenos a las medidas que ellos mismos toman.

La diferencia está en el porqué. Una visión afirma que los políticos elegidos por el pueblo han sido cooptados o chantajeados por poderosos intereses: la banca, fondos de inversión, gran patronal… por lo tanto, esos poderes han robado la democracia. Pero otra visión, muy popular, se basa simplemente en que los políticos cumplen mal sus funciones por exceso de avaricia. Esta visión muestra a “los políticos” como un todo uniforme compuesto por personas corruptas partiendo del mantra “todos son iguales” que se lleva repitiendo hace unos cuantos años.

Esta visión, irreflexiva, visceral e indocumentada está construida a base de tópicos y lugares comunes, alimentada por la tele-basura y que tiene origen en mezquinos lugares de nuestra conciencia como sociedad. Sin duda todos habremos escuchado la frase “¿Acaso tu no harías igual si estuvieras en su lugar?” ¿Cuántas veces, aquellos que hoy claman contra la corrupción política, no entonarían esta frase ayer? ¿Cuántos de estos ciudadanos mientras se lanzan a la calle cometen fraude fiscal en una simple factura? No se somete al mismo linchamiento –merecido- a un cargo público que comete algún tipo de fraude que si el que comete el fraude es un poderoso banquero o un importante empresario. O Belén Esteban. Se podrá argumentar que el político hace mal uso del dinero público (el de todos) y que los otros son asuntos privados, pero cuando Botín defrauda cientos de millones de euros al estado (que también somos todos) está privando al país de un dinero necesario para pensiones, sanidad, educación, carreteras… con lo cual objetivamente no sería capaz de decir cual de los dos corruptos es peor. El problema es que hay un pensamiento insertado en determinados sectores de la población que exonera a los ricos de sus fechorías contra la sociedad, pues “¿acaso no harías tu igual si estuvieras en su lugar?”.

El “American Way of Life” o “sueño americano” se fundamenta en que todos tenemos la oportunidad de hacernos ricos. Sólo es necesario esfuerzo y dedicación. Aquel que permanece entre “los pobres” es porque no se ha esforzado lo suficiente o ha tenido mala suerte. Estas premisas son las que mucha gente tiene en su cabeza. El discurso del “emprendedor” que tanto escuchamos en los últimos años desde la derecha política y los medios opinativos del neoliberalismo y que también ha sido asimilado por el PSOE. La derecha, en sus años de gobierno, ha destruido parte de la base social de la izquierda de esta manera: el trabajador asalariado, por cuenta ajena, que trabaja junto a muchos otros trabajadores para un patrón, por sus condiciones económicas, debe tender necesariamente a la izquierda política. Como la mayoría social eran, en su momento, trabajadores, la derecha, defensora de los patronos, no tenía demasiadas posibilidades de ganar hegemonía social y por lo tanto, ganar unas elecciones generales. Cuando pudo ganar al fin, se aseguró de convertir a buena parte de estos trabajadores por cuenta ajena en trabajadores por cuenta propia, insertando así a buena parte de las clases populares en la misma lógica económica a la que están sometidos empresarios y banqueros: maximizar beneficios al menor coste, exigir bajadas de impuestos, demandas de crédito a los bancos y eliminar todo rastro de conciencia de clase en “los pobres”, que ahora luchan todos contra todos por la supervivencia. Aquí, en este escenario, es donde se hizo posible que el Sueño Americano fuera importado por la gente; la creencia, casi una fe religiosa, en el golpe de suerte, el pelotazo o la oportunidad de hacernos ricos.

Por consiguiente, si pensamos como “emprendedor”, creemos que tenemos abierto el camino para llegar a ser rico; por eso no cuestionaremos los fraudes o las fechorías de los ricos contra la sociedad. Cuestionaremos, eso sí, a “los políticos” que no nos bajan los impuestos o que nos imponen leyes que limitan mis beneficios económicos como la ley laboral que me obliga a pagar la seguridad social a mi par de asalariados. Por eso odiaremos al político que recibe un soborno, pero no al empresario que le ha sobornado. Este odio está dirigido realmente contra las caras públicas del estado, al estado mismo y crea la ficción de un mundo gobernado por personas avariciosas –con nuestro dinero- por una parte y sufridos emprendedores que arriesgan su propio dinero. Todo sustenado en la falacia de la "igualdad de oportunidades" que ignora deliberadamente la existencia de clases sociales. La fábula de que Emilio Botín comenzó de botones y acabó de banquero siempre se olvida de mencionar que su padre era el dueño del banco.

Por eso una parte del discurso contra “los políticos” viene de convicciones neoliberales. Pero no sólo neoliberales, sino muy conservadoras, desde el momento en que la gente se rasga las vestiduras por el empleo de coches oficiales como ejemplo de derroche institucional pero poca indignación se aprecia por el pago de miles de millones de euros a la Iglesia Católica. Es más, nada hemos oído contra los yates y jets privados de los ricos. Ni nadie cuestiona el hecho de que si en un trabajo tenemos que desplazarnos con coche, de ley sería que la empresa proporcionara un coche o al menos pague el kilometraje. No, el odio viene del “derroche público”, es decir, del gasto público. Es cierto es las instituciones han derrochado dinero público como el regalo de 400 euros a todas las nóminas, el cheque bebé… u otros ante los que la derecha calla como son la Expo 2008, las líneas de AVE, los aeropuertos de Ciudad Real, Castellón, Huesca, Lérida, etc. Pero para el pensamiento cavernícola también es un derroche el empleo público, el salario de los funcionarios. Capítulo aparte merece el ataque a los funcionarios y sus derechos laborales (presentados como “privilegios”)y la pretensión de los cavernícolas de igualar a la baja. Hay quien dice que la izquierda encauza políticamente la esperanza y la derecha tradicional encauza el miedo; esta nueva derecha, este pensamiento Tele-5, encauza la envidia.
Al final, esta gente sólo estaría contenta con “gestores que no hagan política” (como Franco, que no se metía en política). Pues sus deseos van a ser concedidos. Es lo que está pasando en Grecia y en Italia.

La consigna: la democracia 4.0.

En los últimos meses hemos visto como empuja con fuerza la consigna de la “democracia 4.0”, una reivindicación que apuesta por una mayor democracia directa a través de internet y que está siendo asumida por el 15M en la línea de su rechazo a “los políticos”.
A priori parece que es imposible no estar de acuerdo, desde posiciones de izquierda, con medidas de democracia directa. Pero hay razones de todo tipo para sospechar y de esta iniciativa y ponerla en cuarentena. 

De momento cualquier persona progresista puede sentir un escalofrío al comprobar que tanto ultraderechistas, neoliberales, tertulianos de Interconomía y otros de mismo pelaje apoyan la reivindicación. Pero esto sería una anécdota si no nos fijáramos en la propuesta concreta:

Como  todos los diputados representan en conjunto a la soberanía popular, a  todos se les restaría una pequeña parte, la correspondiente a la cuota  de soberanía del número de personas que decidiesen utilizar su derecho a  votar. Así,  nuestra intervención sería proporcional y justa. Nuestra participación  directa sólo supondría, por tanto, añadir unos nueve decimales a los  números del tablero de votaciones, el de las luces verdes y rojas. 

¿Qué  significa esto? Que por cada cien mil ciudadanos que votaran on-line,  un escaño volvería al pueblo. Si fuéramos un millón, pues diez escaños  para la ciudadanía. Simple.  Democracia Real, de verdad. Cuando estoy interesado, entro y voto. Y cuando  no, que vote su Señoría, que para eso se le paga.

La pregunta que viene a la mente es ¿qué es escaño “vuelve al pueblo”? ¿Quién decide cual es ese escaño?
Es obvio que esta propuesta nace de la visión de que “todos los políticos son iguales”, pues explica el parlamento como un todo uniforme, homogéneo, sin ideologías, sólo una masa gris de gestores. Esta visión es la del fin de las ideologías, íntimamente ligada al apartado anterior: no hay conflicto entre ricos y pobres, sino entre representantes y representados, entre “políticos” y “ciudadanos”, movidos los primeros sólo por la avaricia. Por tanto, si no hay conflicto de intereses entre ricos y pobres, no hay necesidad de partidos que representen a unos u a otros, con lo cual, también los partidos son rechazados y son presentados todos como máquinas que sólo buscan el beneficio de sus miembros (y este cuadro, esta representación deformada y grotesca  de la realidad también se hace extensible a los sindicatos como concepto). De tal forma, como el parlamento es un aquelarre de ladrones, nosotros, “el pueblo” debemos ir restándoles poder… en las votaciones. Poco importa si ha habido debate previo o como nos hemos formado la opinión. No importa si restamos diputados al BNG, a IU-ICV, a ERC o a UPyD. Por esto, la propuesta de esta “democracia 4.0” no parte de la realidad, de la realidad de que hay diputados que defienden el interés general, el interés de los trabajadores, o el Planeta Tierra en el que vivimos, o el de los ciudadanos y hay otros que defienden los intereses de los mercados y las grandes fortunas. Y que sería estúpido que los ciudadanos restaran votos de aquellos que están defendiendo lo mismo que ellos. 

Pero la mayor aberración de base que tiene esta propuesta es que presupone que los ciudadanos no están representados en el parlamento y, desgraciadamente, sí lo está.
El PSOE y el PP suman el 90% de los escaños. Están sobrerrepresentados gracias a una injusta ley electoral (y otros están infrarrepresentados), pero aun así, es cierto que la gran mayoría de ciudadanos les ha votado. Si la mayoría de los ciudadanos no está satisfecho con lo que han hecho, que voten a otro partido. Y si no existiera partido capaz de representarnos, creemos un nuevo partido. Y si no apostamos por participar en la democracia parlamentaria, digámoslo claro, pero si así fuera, esta propuesta 4.0. no tiene cabida.


Pero la realidad es que los ciudadanos han elegido mayoritariamente a los partidos que aplican las políticas de desmantelamiento del estado del bienestar, tanto PSOE como PP como CiU, PNV, Coalición Canaria, PAR, etc. Incluso sin reforma electoral, los partidos que se oponen por convicciones a los recortes han sido votados por un porcentaje muy pequeño de los electores. Pero no sólo la mayoría ha elegido a esos partidos, sino que en los referéndums también ha votado las medidas neoliberales: a favor de la OTAN y a favor del Tratado de Constitución Europea, que consagraba a categoría constitucional lo que estamos sufriendo ahora. Y tal vez, si se hubiera podido celebrar un referéndum sobre la reforma constitucional del pasado mes, hubiera salido aprobada tal reforma; nunca lo sabremos posiblemente. Pero si nos atenemos a las experiencias de referéndums anteriores podemos hacernos una idea de lo que hubiera pasado: bombardeo propagandístico constante desde todas y cada una de las emisoras de TV, metiendo miedo a la población en caso de salir el “NO” anunciando el apocalipsis en caso de contrariar a los mercados; omisión de cualquier opinión en contra de la reforma… de hecho, cuando Papandreu anunció el referéndum en Grecia, nuestros medios de comunicación se comportaron de esta manera… y menos mal que el referéndum era en Grecia que si no…

Los medios de comunicación orientan el voto de la mayoría de los ciudadanos. Es un hecho demostrado. Para que sea elegida la opción deseada, el único requisito es… dinero. Más dinero. Con los millones adecuados los medios son capaces de convencernos de que matemos a nuestros hijos. Con lo cual, lo que vale para referéndums o elecciones vale también para democracias 4.0. ¿Quiere decir esto que debemos renunciar a la democracia directa? No. Quiere decir que una mayor democracia en lo político debe ir necesariamente acompañada o precedida de una democratización de los medios de comunicación y que la información y opinión deje de ser coto exclusivo de banqueros y grandes empresas. Una democracia 4.0 sin esta democratización de los medios, no será sino un instrumento para legitimar de forma contundente las políticas contra los derechos y libertades que van a seguir llegando desde el Capital, pues los mismos medios que logrado sembrar la ideología populista-liberal de la envidia y el Sueño Americano en las mentes de las clases populares, dirigirán de la misma forma el voto por internet. 

Y por último: el control y la transparencia del proceso de votación se vería comprometido. No hay manera de controlar el fraude de manera fiable por internet. Actualmente, las elecciones y referéndums se controlan por los ciudadanos, por los distintos partidos, etc. Con la democracia por internet la transparencia de los procesos no está asegurada. Y podemos afirmar con rotundidad que en una votación sobre mandar a banqueros a la cárcel, los banqueros usarán cualquier medida a su alcance para alterar el resultado. Cualquier medida. Legal o no. Democrática o no.

Por tanto, acabemos con la simplista retórica "contra los políticos" y pongamos a cada uno en su lugar. O de lo contrario podemos correr el riesgo de acabar viendo a las masas aclamar dictaduras de "gestores" a los que nadie ha votado y que impondrán mas medidas draconianas. Véase Grecia e Italia.

martes, 9 de agosto de 2011

El medio es ninguna parte. O la histeria manifestante.


En estos días de verano, pasado el empuje del las movilizaciones de mayo, son variadas las críticas que se pueden hacer –y se hacen- al movimiento 15M desde dentro y desde fuera. Hace semanas que vengo escuchando reproches de unos a otros y son muchos los enfrentamientos que desde algunos sectores se están promoviendo.

La toma de las plazas que aconteció en mayo, como reflejo del campamento de Plaza  Tahir en El Cairo, fue un acontecimiento sin precedentes que sorprendió a todo el mundo. De aquello tenemos que conservar el ánimo de la gente de organizarse, de poder decidir y lo más importante: la voluntad de transformar la sociedad. Ocupar las plazas públicas fue efectivo para muchas cosas. Ahora con perspectiva podemos decir que las acampadas permitieron visualizar un descontento que se nos ocultaba, permitieron debates ciudadanos sobre política donde podía hablarse de todo, tomar conciencia... Pero la ocupación de la calle sin permiso gubernativo tiene que ser un medio para conseguir el fin. Sacralizar esa ocupación y elevarla a la categoría de bien en si mismo es confundir medio con fin. En la lucha política las cosas se hacen para conseguir algo, no se hacen por el placer de hacerlas y eso se vio en la acampada de Zaragoza, donde el grupo más numeroso se levantó de la plaza sólo con la promesa de ocupar otra cosa (lo que luego se llamó “el paragüas”), pero aun así otro grupo se quedó acampado sólo por el mero de hecho de quedarse, sin ninguna perspectiva política, sin ninguna razón en particular. Los primeros adolecen de confundir medio con fin y los segundos de hacer las cosas por el placer de hacerlas. Ninguna sirve para cambiar la sociedad.

Ni siquiera las asambleas de barrio son un fin en si mismo. Deben construirse para que mediante ellas se llegue a algo: el poder popular; el empoderamiento ciudadano. lo que sea, pero en sí mismas no llevan la revolución porque sí, igual que las protestas y concentraciones.

Salir a la calle por el hecho de llenarla es un mero problema de orden público, que por cierto se ha estado tolerando bastante por un PSOE que no quiere demasiados follones con la que considera su base social antes de unas elecciones en las que se prevé catástrofe. Se ha tolerado en general aunque ha habido excepciones nada sorprendentes, porque lo sorprendente, lo extraño, es que sólo haya habido tres o cuatro episodios represivos desde el 15 de mayo. Todos asumimos que la policía está para lo que está y si te saltas la ley, vendrá a darte un porrazo o varios. Buscar el enfrentamiento, la represión ¿para qué? Volvemos al párrafo anterior: si se quiere impedir un desahucio, aceptamos el riesgo de ser reprimidos; pero recorrer las calles para poner en jaque a la policía y provocarles continuamente, es ser un provocador que busca la represión. ¿Y para qué queremos represión?¿En que nos ayuda a transformar la sociedad? Hay grupos políticos que tratan de implantar su ideología y sus posturas políticas al 15M, barriendo lo que no les gusta del espíritu inicial. Para estos grupos, el enfrentamiento con la policía es un ritual de reafirmación de su fé. Cosas como robarle la gorra a un guardia civil es de provocadores, aparte de mezquino. La foto es lo que les importa. Acción, reacción, acción, reacción y así en un bucle que sólo termina cuando has perdido casi todos tus apoyos y te manifiestas tú con los treinta que forman tu chiringuito ideológico. Y así, ese 70% de apoyo popular al 15M se puede dilapidar en cuestión de días sin conseguir absolutamente nada… o peor, retrocediendo respecto a lo que habíamos conseguido. De nuevo, perderse en el medio sin atisbar siquiera un fin.

Pero más allá de la represión, llenar la calle está muy bien… cuando la llenas. Convocando continuamente concentraciones, manifestaciones, protestas de un día para otro, cada vez somos menos y no sirve para nada. Y, sinceramente, ver a treinta personas de “manifestación” no autorizada, desafiantes, y escoltados por la policía nacional mientras la local corta el tráfico allá por donde a ese grupo le da el capricho de ir, es un poco lamentable. No sólo se pierden apoyos externos sino que mucha gente de dentro poco a poco se desmoraliza. Y el que no tenga todo esto en cuenta es un irresponsable que está jugando con algo muy serio: con la esperanza real de cambio social y político tan necesario en este país y fuera de él. Por eso, hay que convocar movilizaciones asegurando el éxito tanto de la convocatoria como de los objetivos que perseguimos y eso no se consigue estando todo el día en la calle gritando consignas.

Hay quien brama contra según que partidos porque quieren acercarse al 15M y alerta de los supuestos peligros de instrumentalización. Pero no se dice nada de los grupos y tendencias que no son partidos pero son  tan políticos como aquellos a los que atacan, tienen tanta ideología –o más- que cualquier partido y quieren controlar más que cualquier partido. Son los que tomaron el apartidismo y lo convirtieron en antipartidismo; los que recogieron la sensación de traición por parte de las cúpulas sindicales y lo convirtieron en antisindicalismo; los que en nombre de la horizontalidad bloquearon la toma de decisiones democrática de forma que de tomar decisiones democráticamente se pasó a no tomar ninguna decisión… salvo de forma burocrática y subrepticia, de espaldas a las asambleas, por un reducido de grupo de gurús del “horizontalismo”. Los que apartaron la reclamación de una ley electoral justa y predicaron el voto nulo. Todos esos presupuestos ideológicos ya vimos donde terminaron en los primeros años del siglo XXI: en la derrota y en la nada más absoluta. El capital será más fuerte, los mercados seguirán manejando nuestras vidas y el bipartidismo PPSOE no sufrirá ningún peligro mientras el 15M siga dejándose guiar por estos cantos de sirena.

El sistema sabe que somos cientos de miles; sabe que recogemos el sentir popular mayoritario. No tenemos que estar demostrándolo contínuamente; es más, de tanta demostración y tanto sacar pecho y tanto pavonearnos, es muy fácil cometer errores y desgastarnos. Y el ministerio del Interior toma buena nota de nuestras debilidades, como el dicho aquel de "tanto va el cántaro a la fuente…".

Por otra parte, que no se entienda que con estas líneas se llama a la desmovilización, no. Se llama a las movilizaciones efectivas. Un ejemplo clarísimo de acción que no requiere de muchísima gente y es un éxito rotundo: http://www.publico.es/espana/390046/los-indignados-ejercen-de-improvisados-socorristas. Por un lado se protesta y a la vez, se actúa activamente contra los graves recortes sociales. Pero sin olvidar que con eso no se resuelve nada y que el problema de fondo es salvar y mejorar la sanidad pública.

Y sobre todo hace falta saber a donde vamos y después, elegir el mejor vehículo y ruta para llegar allí. Lo que no se puede hacer es auto-stop a ciegas a ver donde nos deja la marea.

lunes, 4 de julio de 2011

¿Ni derechas ni izquierdas?

Que en el 15M hay gente de muchas tendencias ideológicas está asumido. Incluso hay gente que ni siquiera sabe que ideología tiene, pero tiene. Los que se declaran apolíticos, hacen política; los anti-partidos constituyen ellos mismos un partido; los que echan pestes de las ideologías, lo hacen consciente o inconscientemente desde una posición ideológica (Fukuyama, el que declaró "el fin de las ideologías" tenía una ideología neocon bien definida). La realidad no se puede negar; bueno, sí se puede negar, pero porque digas que no existe un muro, no vas a dejar de golpearte con él cuando intentes pasar a través.

Hace poco, Juan Aguirre de Amaral, visualizó esta confusión clarísimamente cuando dijo en una entrevista: "la derecha y la izquierda no existen". "Hay un partido único que se llama PPOE. No son lo mismo, pero responden a los mismos mecanismos e intereses, los del FMI".
Lo que el buen hombre pretende decir -o al menos lo que el redactor de la entrevista nos dice que quiso decir- es correcto en parte. Es el sentir que impregna el 15M tanto en lo bueno como en lo malo, tanto en el análisis del sistema que intutívamente está comenzando a hacer la gente en todas partes (los que mandan son los mercados y no los políticos que votamos), como en sucumbir a la ignorancia que tanto le conviene al sistema.  Hablar en estos términos es ahondar en la injusticia de extender el descrédito a la izquierda.

Seamos claros: la izquierda no ha gobernado en España. La última vez que gobernó la izquierda en España fue en los años treinta, hasta que el gobierno legítimo de la II República marchó al exilio en 1939 cuando el fascismo ganó la guerra. Alguien podrá decir que el periodo de Felipe Gonzalez se considera de izquierdas, pero siendo cierto que dicho gobierno levantó un tímido estado del bienestar, no lo hizo a la manera que se le presuponía a un partido socialdemócrata (potenciación de los recursos productivos propios) sino a la manera que comenzaba a imperar en el mundo, la forma neoliberal, es decir, a base de endeudarse... con "los mercados", claro, con quien si no. Cargarse la industria, el campo y privatizar el sector público a cambio de créditos y fondos estructurales europeos sirvió  una temporada para vivir mejor que hasta la fecha, pero sentó las bases del desastre que tenemos hoy entre manos y al que la socialdemocracia reconvertida al liberalismo ya no es capaz de dar solución. Un partido que hace políticas de derechas no es de izquierdas, por mucho que se reclame de "la izquierda"... cosa que además no ocurría con frecuencia. Desde los años noventa el PSOE rehuía -y rehuye- el término "izquierda" y asumía el "progesista", salvo cuando quiere hacer guiños a sus bases tradicionales. El gobierno de Zapatero no ha hecho más que ahondar en esas políticas, que fueron también continuadas por el PP.

Por tanto, un respeto para la izquierda, que no ha dejado de existir, pero nunca le han permitido gobernar. Primero por la fuerza de las armas, luego con el uso de una maraña de técnicas muy estudiada y que da mejores resultados que la represión violenta. Una de esas técnicas, entre muchas otras, es una ley electoral pensada precisamente para marginar a la izquierda política en las instituciones. Otra de esas técnicas es indicar al ciudadano qué es la izquierda buena y cual es la mala, y cuando la izquierda "buena" hace políticas de derechas, entonces indicar a la ciudadanía que no existe la izquierda. Ni la derecha. Ni arriba ni abajo; que sólo existe la productividad, la competitivad, el mercado y el euro. Y eso es lo que el Pacto del Euro quiere consagrar, incluso recomendando que se incluya en las constituciones nacionales, lo cual dejaría a la izquierda real, la que sí existe, en la inconstitucionalidad.

Lo que define a una persona no es lo que dice, sino lo que hace. Con los partidos pasa lo mismo. Y con los movimientos también. El 15M podrá evitar definirse ideológicamente pero exigir democracia en los asuntos económicos que atañen a la mayoría de la población le define por sí solo. El control democrático de la economía, decidir cómo se gestiona la sociedad para que todos vivamos dignamente, acabar con los privilegios de una élite... es ideología, es posicionarse respecto al mundo, es tomar partido a un lado o a otro, porque la izquierda y la derecha política funcionan exactamente igual que en la realidad: si hay dos personas en un escenario, una está a la izquierda y otra a la derecha y por mucho que quiera uno cambiarse de sitio, siempre está en uno de los dos.

Los movimientos políticos que se han reclamado "ni de derechas ni de izquierdas" no son una novedad. Ha habido muchos desde los años veinte. Uno de los primeros fue el Partido Fascista de Mussolini, seguidos por Falange Española de Jose Antonio Primo de Rivera, y la lista sigue hasta hoy.